Tengo la suerte de llevar en el linaje a una mujer que es un
privilegio. No ha sido pionera de nada, jamás le han prendido medallas, y
tampoco le ha prestado su nombre a la Historia, ni la Historia ha querido
pedírselo. Pero ha enfrentado el desastre de la vida durante 90 años sin pisar
ni una vez la calle con el pelo en desorden y eso es como para admirárselo.
Aún le queda mucho verde en los ojos aunque el tiempo se
empeñe en desteñírselos y las arrugas le han dejado en paz porque todavía se la
creen joven. Yo sé que es de otro siglo porque me gusta pedirle que me cuente
sus recuerdos hambrientos de la guerra en Madrid y sin embargo, vive en el
siglo de ahora sin que le quede incómodo, como si se hubiese equivocado el
destino mandándole nacer en otra época.
Hubiera podido ser alguien importante porque tiene nariz de
actriz de Hollywood y presencia de emperatriz. Pero se contentó con dedicarse a
ser sólo nuestra e hizo de su manada el triunfo de su paso por el mundo. Será
esa la razón de que lleve siempre en la cabeza un alboroto de preocupaciones
que no le son propias: sufre con las peleas de enamorados de las nietas, con
las derrotas deportivas de los nietos o con la última factura del hijo al que
se le complica el mes. Y con la misma pasión con que se angustia con nuestras
catástrofes, se entusiasma con los triunfos de cada uno, como si la gloria al
final fuese más suya que nuestra.
A veces me pregunto qué le damos nosotros a cambio, aparte
del griterío en que convertimos su casa los domingos de cada semana desde que me
alcanzan los recuerdos. Antes de que el tiempo le empezase a doler en los
huesos, nos recibía con un banquete de reyes en su mesa de comedor que jamás
alcanzamos a terminarnos. Se sentaba en su silla sin probar nada, pendiente de
qué no le gustaba a quién y a quién le faltaba qué, levantándose a cada rato
para ir a buscar algo en la cocina y dispuesta a empanarme lo que le pidiese en
cuanto me veía arrugar la nariz. No entiendo con qué autoridad rechazaba yo
alguno de esos sabores mágicos que se inventaba cuando apenas asomaba los ojos
por encima del tablero, ni como me lo permitía ella. Pero si lo pienso, sería
imposible llevar la cuenta de las cosas que me ha consentido siempre sin hacer
caso a los reproches de nadie.
Es verdad que todavía le quedan ideas antiguas que hablan de
recato en las mujeres y de deberse a un solo hombre para la eternidad. Y aún
así ha dejado de importarle que yo haya acumulado amores como para 3 vidas sin
cumplir los treinta y que aún no me decida a ponerme un anillo que me
comprometa a alguien a perpetuidad. Lo único que le preocupa, más que la
indecencia de tantas conquistas es, como ella dice, que me quede ya sin nadie a
quién rechazar.
Por eso no siempre estamos de acuerdo. Nos separan muchos
años y muchas horas de misa y rosario que a mí me faltan. Eso de acumular pasiones a ella le resulta obsceno, igual que a
mí mentira un solo amor para siempre. Hasta el día que la vi a besar al cadáver
de su marido en los labios, sin importar quién la veía, ni lo fría que está la
muerte. Hasta que la oí decirle desolada: ‘Amor mío, ya no vuelves a casa
conmigo’ y me creí definitivamente que había vivido más de 50 años enamorada
del mismo hombre.
De ella he aprendido que sí que existe amar a la misma
persona desde el principio hasta el término de una vida sin que sea al final
más una cuestión de costumbre que de adoración. Y yo aún no he sabido convencerla
de que hay que querer a muchos para asegurarse de elegir al bueno. Acaso será que
quién está equivocada es una servidora. Y tendré que darle la razón ese hombre al que tanto quiso,
porque era imposible no quererle, cuando me decía desde la irrefutable
autoridad de su bigote blanco que más sabe el diablo por viejo que por
diablo.
Si vuelvo al principio de mis memorias, me encontraré seguro
con algún primer recuerdo que huela a ella. Acurrucada en la generosidad de su
pecho esponjoso, escuchándole cantar a media voz siempre la misma nana
inventada. O sentada en los dominios de su cocina, dónde era reina y soberana, mezclando en un plato ingredientes que sobraban para creerme que
cocinábamos juntas. Su casa siempre fue el mejor recreo y ella la mejor
compañera de juegos que he tenido, junto con mi hermana.
Hoy que he crecido, prefiero sentarme a su lado y
preguntarle por esa vida suya antes de mí que me he perdido. Y me da rabia no
haber estado ahí para verla cuando era joven. Cuando la oigo hablar indignada
de algo que no comprende, y reírse con escándalo de lo que le divierte; cuando me adivina las penas escondidas por más que las disimule, o cuando
me pide que la acompañe a su armario para decidir juntas qué se pone hoy,
pienso sinceramente que si el azar me hubiese puesto en su mismo tiempo pero
fuera de su familia, la hubiese elegido como mi mejor amiga.
Hay días que me entra el miedo de que me falte, le abrazo y le
pido: ‘Abuela, no te mueras’. Ella me mira espantada, como pensando que he
tenido algún presentimiento y yo añado para tranquilizarla: ‘Es que eres de mis
personas favoritas del mundo.’ Y ella me contesta para tranquilizarme a mí: ‘Entonces, es recíproco.’
Si vives como escribes, imposible que "te quedes ya sin nadie a quién rechazar". Fdo. Marilo
ResponderEliminar<3 <3 Quién sabe...
ResponderEliminarMe compro todos tus libros!!! Todavia estoy secando mis ojos empañados en sentimientos a flor de piel...Es maravilloso saber que todavia existe gente asi en el Siglo de las sombras(en lo que a ausencia de valores y sentimientos se refiere...por mo hablar del maltrecho sistema que nos desgobierna)..
ResponderEliminarSolo decirte que espero con impaciencia tus próximia lineas repletas de vida....En lo que a tu "historia" se refiere..seguro que esos ojazos siguen rompiendo corazones en el boulevard de los sueños rotos!!
Nota: lo mio no son es el verso , por eso se lo tomo prestado a Sabina ;) by Pablo Estevez
Gracias Pablito!! Te va a salir barato lo de comprar mis libros porque no tengo ni uno...! :P
EliminarEstos ojazos que tú dices ya han perdido su capacidad de romper corazones, si acaso sólo los aturden un rato.
Un besito!!
No puedo esperar a tus próximas líneas
ResponderEliminarGracias 'Anónimo', espero que no se te haga larga la espera, ya sabemos todos que a veces me gana la pereza...
EliminarEs genial Leti. Deberías escribir un libro!
ResponderEliminarFdo. Tu lectora favorita
Quién eres tú, lectora favorita???!!! Si me da la paciencia y la imaginación, lo escribiré, algún día...
EliminarPor lo que conozco de tu linaje, debes ser una princesa....pero escribes como una reina. Tu escrito es entrañable,calido... y muy inteligente
ResponderEliminar¡Un millón de gracias! Bueno, sí, princesa en todo caso porque la reina madre ya sabes quién es, la porta de este escrito...!
Eliminar¡¡¡IMPRESIONANTE!!!. ¡¡¡MARAVILLOSO!!!. Mi doble enhorabuena. Primero por ser nieta de tan extraordinaria mujer; Segundo por tu texto, digno de plumas reconocidas. Sin duda, eres dueña de un exitoso futuro en el campo de la literatura. Soy poco amigo de la lectura, y pocas veces consigo que un texto me enganche como lo ha hecho tu homenaje a tu abuela. Gracias por haberme hecho pasar un rato tan agradable leyendo tan precioso relato.Y gracias a tu madre y a tu tía Nieves por haberme regalado la posibilidad de leerlo. Quique Sánchez
ResponderEliminarGracias a ti por leerme y por tus palabras. Me encanta que te guste, sobre todo si, como dices, no eres tan amigo de la lectura... ¡Doble halago! ;)
EliminarFabuloso relato, Leti. Tienes buena mano con las palabras y sobre todo con las emociones. Sería bueno que te animaras, como te dicen más arriba en algún comentario, a escribir un libro, aunque sea de los últimos que tendremos en papel entre las manos. Un abrazo, Miguel Ángel Nieto.
ResponderEliminarMil gracias, Miguel Ángel. La verdad es que lo de escribir un libro ya son palabras mayores... Jejeje! Pero espero atreverme alguna vez...
ResponderEliminarQueremos mas posts! menudo coñazo estas hecha!!!
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