martes, 20 de febrero de 2018

Cuando ya no me lo espere


Va a llegar cuando ya no me lo espere. Y una tarde de esas de peli y manta, cuando estemos tocándonos los pies en el sofá, compartiendo la pereza, me voy a sorprender de estar ahí. De querer otra vez, de que me quieran. De que todo sea fácil de pronto. De sentirme tan llena y tan segura que a veces me entre miedo de que ser demasiado feliz se castigue. De haberle puesto nombre al porvenir. Un nombre que voy a escribir en los márgenes de todas las hojas. Y lo repetiré en el metro, en voz muy baja, para que no me tomen por loca, pero que algo de él me toque los labios cuando no le tenga a mano.

Va a llegar oliendo a nuevo, a libro recién comprado, y va a desaparecer todo lo viejo, lo que no sirve, lo que ya no me duele pero a veces me estorba, y se me enreda entre las piernas alguna tarde y me vale algún tropiezo aún ahora.

Me va a esperar con el coche encendido en el portal, y voy a tocar con el nudillo la ventana para que abra el pestillo. Y va mirarme con ojos de ‘qué guapa estás’ y me va a poner la mano en la rodilla mientras conduce, y a llenarme de besos la espera de cada semáforo en rojo.

Me va a abrazar, con uno de esos abrazos que arropan mucho, cuando andemos por la calle, y a soplarme en el pelo cuando esté distraída. Y yo voy a mirar a toda la gente que nos crucemos con la barbilla alta, por que será imposible que no me lo envidien. 

Va a ser guapo, por que de siempre me han gustado los guapos, y esta historia me la estoy inventando yo. Y se va a reír con todo lo que le digo, menos cuando me dé por hablar en serio. Y a hacerme bromas que me saquen de quicio para luego abrazarme muy fuerte y decirme: ‘¡No te enfades!’

Le voy a escuchar sin escucharle, por que estaré entretenida en contarle las pestañas, en deslizar la mirada por el tobogán que forma la línea de su mandíbula. En anticiparme a la sensación de rasparme contra su barba naciente. Por que el placer está formado también de todas las cosas que has imaginado antes.

Le voy a echar de menos sin urgencia las noches que me toque dormir sola, segura de que tiene grabado en la memoria el mapa de vuelta y lo que no tiene son ganas de olvidárselo.

Y las otras noches, me va a mirar leer en el sillón, y me va a pedir que le cuente los mundos que se pasean por esas páginas que me absorben. Luego me pasará la mano por la nuca, y yo le agarraré el pelo de detrás de las orejas y de un beso incombustible acabaremos desnudos y trémulos debajo del edredón, con la luz de las farolas resbalando por el cristal de las ventanas.

Va a venir a salvarme del hastío de seguir siendo sola, por que se me debe un amor como Dios manda. Por que se me agota la paciencia de tantas pasiones a medias, de seguir sobreviviendo a una traición que no puedo sacarme del pecho del todo si nadie viene a cambiármela por un puñado de lealtad.


Por eso, va a aparecer como un azar milagroso, y todo lo de antes me va a parecer mentira. Los domingos van a volver a oler a palomitas. Y el calendario va a pasar tan rápido que sin darme cuenta se me va a quedar sin hojas. 

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